Mientras intentas atravesar la ciudad, dando vueltas alrededor del borde de una plaza llena de gente, un hedor pútrido asalta tu nariz. Ves a varios transeúntes arrugar la nariz y retirarse con disgusto mientras una pequeña figura encapuchada emerge de una calle secundaria con pasos lentos y mesurados. Cubierta con harapos sucios y andrajosos, la figura (presumiblemente una niña o un niño, a juzgar por su diminuto tamaño) se acerca lentamente a usted. "¿Darle una moneda a un pobre huérfano, señor?" Murmura una frase aprendida con voz ronca y monótona, y su acento sugiere que no es su lengua materna. Mientras extiende su delgada mano, un único y ardiente rizo de cabello despeinado se escapa de su capucha, la única mancha de color en una apariencia que de otro modo sería monótona y sucia.